Nunca le ha sobrado el dinero, pero lo estira para pagar los sacos de perrarina, consultas del veterinario y las medicinas que necesitan sus 45 canes.
El hombre, de contextura delgada y pelo entrecano, ha convertido su domicilio en una perrera, en la vereda 41, en el sector 3 de la urbanización Boyacá o Tronconal II de Barcelona.
“Tranquila Pamela”. “Quieto Nerón” le dice Parababire a sus mascotas -dos de las más bravas- que comenzaron a ladrar apenas vieron, a través de las rejas de protección con tela metálica del porche de la residencia- a los periodistas de El Tiempo.
Allí, el chofer también le da abrigo a Linda, de 13 años, la más vieja del grupo; a sus hijos: Beethoven y King, ambos de una década, y Nerón de siete años. A la poodle Pelusa que era puro “huesito”, cuando la halló dos años atrás cerca del estadio de Tronconal IV.
Parababire se la llevó al médico veterinario, Sergio Valero, quien le puso un tratamiento: bañarla con un sarnicida y darle cada 12 horas un antibiótico en suspensión.
Gracias a los cuidados de su benefactor, Pelusa no es ni la sombra de lo que fue. Ahora está bien alimentada, sana, con su hermoso pelaje blanco.
“Para mí es una gran satisfacción proteger a los perros callejeros. Me siento mal cuando los veo en el abandono. Yo no tengo gatos en la casa. Ojalá pudiera tenerlos”.
El conductor estimó que sus animales no perjudican a los vecinos. Únicamente ladran cuando sienten el ruido de su carro Chevrolet Impala, y lo ven entrar a su residencia. Del resto, raras vece se alborotan, aseguró.
Además, Parababire le pone collares y correas a sus mascotas cuando las saca a pasear por el sector.
Aprendizaje
A fuerza de llevarle sus animales domésticos a los veterinarios Sergio Valero, Marcos Serrada y Víctor Vizconti, Parababire se ha aprendido los nombres comerciales del antibiótico Doxipet y del garrapaticida Amitraz.
También las dosis que debe suministrar al “fiel amigo del hombre” para curarle las enfermedades.
Fue en Lechería, en el consultorio del veterinario Víctor Vizconti, donde Parababire pudo salvarle la vida a un perrito que había ingerido el raticida Campeón. Su dueña se angustió más, cuando se enteró de que el profesional había salido a atender otra emergencia.
Luego de recibir por teléfono las instrucciones del profesional, Parababire llenó una jeringa con agua oxigenada que le dio en la boca al animal. De seguidas, la mascota vomitó.
La señora le dio las gracias a Vizconti que a su vez expresó: “Déselas a Domingo”.
Es evidente el amor que el sexagenario siente por los perros, aunque admite que necesita recursos para atenderlos mejor. Las personas que deseen colaborar, pueden llamarlo a su teléfono 0426.883.38.62
Atención especial requiere su perra Azabache, que tiene cáncer en la boca. Cada ocho días debe aplicarle una inyección que cuesta 140.
Domingo debe comprar cada saco de perrarina de 22 kilos en 380 bolívares fuertes, y pagar 350 que cuesta una consulta con el veterinario.
- ¿De dónde saca dinero para mantener a sus 45 mascotas?
-Para que usted vea, Dios me ayuda, respondió Domingo Parababire, al tiempo que esbozó una sonrisa de satisfacción.
"Respetar el derecho ajeno"
El frutero Jesús Rosillo, de 59 años, reside en el Barrio Sucre de Barcelona. Con frecuencia, visita a sus tres nietos que viven a dos casas del domicilio de Domingo Parababire, en el sector 3 de Boyacá II.
Al caminar por la angosta vereda 41, el trabajador ha visto, a través de las ventanas del porche, a las mascotas que están en la residencia.
Entre gustos y colores...
Jesús afirmó -sin titubear- que no tiene perros en su domicilio porque no le gustan, aunque dejó claro que “uno debe respetar el derecho de los demás”.
Luego de oír lo expuesto por su abuelo, una niña de unos diez años refirió que en ocasiones, los ladridos de los animales no la dejan dormir en las noches.
A quien no le hacen ni coquito los aullidos de las mascotas, es al operador de máquinas Luis Gómez, de 26 años, pese a que vive al lado de “la perrera”.
Esto se debe en parte a que al joven sí le agradan los animales, es dueño de un poodle llamado Boby.
Su madre, Ismenia Fernández, una de las fundadoras del sector, contó que su nietica tiene un poodle pequeño, que parece de adorno.
Fernández también quiere a los canes, aunque estimó que su vecino Domingo Parababire tiene demasiados en su domicilio.
Entre gustos y colores, no han escrito los escritores, como reza un adagio.

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