Propios y visitantes pueden hacer un alto en el camino para descansar o conversar con sus amigos en el área que está frente a la sede del gobierno local y la Catedral San Cristóbal
En el centro del espacio recreativo resalta la escultura del héroe epónimo que nació el 14 de noviembre de 1789, se cubrió de gloria en la Batalla de Boyacá en 1819 y falleció al día siguiente de cumplir 30 años en Bogotá (Colombia).
La escultura fue colocada allí el 7 de agosto de 1897 en la administración del presidente Joaquín Crespo.
La plaza está frente a la Alcaldía del municipio Bolívar y a la bicentenaria Catedral San Cristóbal, en la cual reposan los restos de San Celestino, entre las calles Juncal y Bolívar.
En la primera vía quedan el Museo José Antonio Anzoátegui y la casona donde nació el 15/12/1790 el general Pedro María Freites, valiente defensor de la Casa Fuerte.
En la Bolívar hay una edificación con balcón, del siglo XVIII, que hace 3 años fue consumida parcialmente por el fuego. Según cuentan los cronistas, allí vivía la mantuana Ana Celerina de Castro, quien mandaba a extender una alfombra roja, sobre la cual caminaba para asistir a misa en la Catedral.
Cerquita de la vetusta estructura, se instala la veinteañera Carolina Marchán, con su hijo de 3 años, para vender chucherías y alquilar teléfonos. “A veces caen migajas de la casona”, dijo la joven señora, quien no ve el peligro en la edificación.
Quien sí cree que la casona representa un riesgo es el investigador jubilado Norberto Brito, pues relató que en una ocasión se desprendió un pedazo de palo, posiblemente del balcón, que cayó a su lado.
En una jardinera aledaña a la estatua de Anzoátegui hay una placa que informa sobre la restauración de la plaza Boyacá, proyectada por la arquitecta Milagros Ochea, y ejecutada en 2002 en la gestión del alcalde José Pérez Fernández.
En el área de esparcimiento hay más de 60 bancos, en los cuales se sientan, bajo la sombra de las matas de apamate y ceiba, a hablar unos liceístas. Igualmente hacen el conductor octogenario Rafael Estanga y el recaudador sexagenario Julio Guzmán, ambos jubilados por el gobierno local.
“Poco a poco”
En la plaza Boyacá, Domingo Figuera ha trabajado 40 de sus 53 años como limpiabotas. Sus amigos lo llaman cariñosamente “poco a poco” porque se tarda al hacer su labor, solo con la mano izquierda.
El hombre tuvo que aprender a defenderse sólo con esa mano, porque en 1995 sufrió un accidente cerebrovascular (ACV) que le dejó casi inmovilizado el brazo derecho.
El hecho de que Figuera no sea rápido al usar el betún y el cepillo para dejar lustroso cada par de zapatos -por Bs 10- no ha espantado a sus clientes, incluido el administrador Manuel Almeida.
La fidelidad de la clientela se debe en parte a que Figuera cobra buen precio, en comparación con otros limpiabotas, como el quincuagenario Armando Medina, quien pide el doble por prestar el mismo servicio.
Entre descanso y descanso, Figuera le echa pedazos de pan y picos de maíz a un centenar de palomas que descienden desde lo alto de los árboles.
En ocasiones se han acercado unos niños que han tratado en vano de agarrar alguna de las aves blancas, negras, grises y marrones.
Dentro del grupo se cuenta Badú Hernández, de 19 meses, quien corre por las caminerías bajo el cuidado de su padre, José Hernández, de 36 años.
De sembrar y regar las plantas de ixoras, gudelias, cayenas y crotos se ocupan los jardineros de la alcaldía, Rafael Guanare, Vladimir Tárez, Agustín Osorio, Cirilo Guaiquirián y Robert Pinto.
“En la plaza apenas queda una pereza que duerme en las copas de la ceiba. Otras tres murieron”, afirmó Pinto.
A media cuadra del Banco de Venezuela, desde hace 15 años, el cumanés Carlos Rondón vende chicha de arroz. Ofrece a cinco bolívares cada vaso de la bebida refrescante que prepara su hermana Dilcia Rondón.
La figura de Carlos, bajo la sombra de una sombrilla amarilla y detrás del carrito con su termo de 45 litros, ha quedado grabada en los paisajes del casco histórico que han pintado unos artistas.
Son los personajes de la plaza. Los que le dan vida y van construyendo su historia.
-Un compartir de saberes tuvieron unos 50 alumnos de las escuelas bolivarianas Francisco de Miranda del barrio Fernández Padilla y Antonio José de Sucre del sector Campo Claro de Barcelona.
-La directora del primer plantel, Eneida Maraima, y la bibliotecaria del segundo, María Trinidad Ramos, guiaron a los estudiantes en esta actividad que es auspiciada por la dirección de Cultura de la Alcaldía de Bolívar, a cargo de Abel Betancourt.
-Betancourt explicó que este programa contempla la visita, de dos a tres horas por día, a 12 sitios históricos de Barcelona: la plaza Boyacá, el Museo José Antonio Anzoátegui, la Catedral San Cristóbal, el Salón de Actos Anzoátegui, el Ateneo Miguel Otero Silva, la Casa Fuerte, el teatro Cajigal, la plaza Rolando y la ermita El Carmen.
-Los escolares de la escuela Francisco de Miranda hablaron sobre la historia de la Casa Fuerte y de la plaza Nicolás Rolando. Mientras que los de la Antonio José de Sucre conversaron sobre la plaza Boyacá y la Catedral San Cristóbal.
-Esta exposición la presenció complacida la representante Mireya Marcano, quien le tomó fotos a su hija Lorianny Velásquez (alumna de la Sucre) y a sus compañeros.
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